Editorial

¿Por qué necesita Argentina un acuerdo con el FMI?



Desde que asumió Alberto Fernández, uno de los ejes de su gestión fue el reordenamiento de la deuda pública argentina. Dentro de ese marco, pausó inmediatamente el acuerdo con el FMI firmado por Macri y resignó los desembolsos pendientes del stand-by. Sin embargo, desde hace algunos meses el Presidente y su equipo económico retomaron las conversaciones con el organismo con la intención de cerrar un nuevo acuerdo. Según afirman los funcionarios involucrados, la intención del Gobierno sería firmar un nuevo pacto, bajo la forma de un Extended Fund Facilities, antes de mayo. Pero ¿por qué necesita Argentina un acuerdo con el Fondo?

La respuesta es muy simple: Argentina necesita un acuerdo para postergar los pagos vigentes en el cronograma actual. A lo largo de los 60 años de historia entre nuestro país y el FMI, este organismo prestó divisas para que Argentina se sobrepusiera a crisis de balanza de pagos a cambio de imponer condiciones a la política económica. Aunque los programas de medidas del Fondo fueron en más de una ocasión dañinos para la economía doméstica, el dinero siempre fue devuelto. El más reciente de estos programas, solicitado cuando el financiamiento voluntario se esfumó a mediados de 2018, no fue diferente. Las pautas que estableció aceleraron la contracción del déficit fiscal, profundizando la crisis desatada por el salto en el tipo de cambio. A pesar de esto, como marca la historia, Argentina deberá honrar sus deudas.

El obstáculo para hacerlo es el muy acotado margen de reservas netas con el que cuenta hoy en día el Banco Central. Los dólares que tiene la autoridad monetaria (descontando aquellos que son encajes de los ahorristas y otras deudas con poca disponibilidad de uso) comenzaron el año levemente por debajo de los u$s5.000 millones. Aunque los vencimientos de bonos de la deuda pública en moneda dura apenas rondan los u$s200 millones este año, los pagos al FMI, el Club de París y otros organismos como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo alcanzan los u$s10.000 millones. Además, a pesar de los estrictos controles de cambios, la compra de divisas por parte del sector privado podría ubicarse en niveles similares al 2020 (cuando los particulares utilizaron u$s3.000 millones de las reservas). Por último, el déficit de servicios insumiría, con la reactivación del turismo, por lo menos otros u$s2.000 millones. Así, con un superávit comercial que rondará los u$s13.000 millones de dólares y cumpliendo con todos los compromisos, las reservas netas concluirían el año apenas por encima de los u$s2.000 millones, un 94% menos que cuando comenzó la corrida de abril de 2018. Si consideramos también los pagos de deuda de YPF, de privados y de las Provincias, nuestro país insumiría prácticamente todas las divisas de las que dispone.

Así las cosas, no podrían enfrentarse los abultados pagos al Fondo programados para 2022. En cambio, si se lograra un acuerdo temprano, podrían prorrogarse los vencimientos, pateando cerca de u$s4.000 millones este año y despejando los pagos de 2022 y 2023 (cuando debe devolverse casi la totalidad del préstamo). También, con el aval del Organismo que es nuestro principal acreedor, podrían encararse las negociaciones con el Club de París. De esta forma, alcanzar un acuerdo permitiría administrar más holgadamente las divisas y reducir nuestra dependencia de factores que no manejamos, tal como los precios internacionales y la recuperación de la actividad en Brasil.

¿Implica la necesidad de acordar que se debe firmar rápido, aceptando cualquier condicionalidad? No. Argentina debe encontrar un programa económico acorde a sus necesidades, que le permita crecer sostenidamente luego de una década de estancamiento. Pero difícilmente esto se logre sin frenar la sangría de reservas netas.

En definitiva, es importante que nuestro país alcance un acuerdo que le permita aliviar el cronograma de pagos sin someter a condiciones demasiado exigentes la política económica. Un logro para nada fácil. Hasta que el financiamiento llegue (sea bajo la forma de nuevos desembolsos o como alivios de pagos), el equilibrio entre la entrada y salida de dólares será muy endeble. Mientras tanto, una administración cambiaria prudente (no abaratando en demasía los dólares ni permitiendo que su precio suba sistemáticamente por encima de los instrumentos de ahorro en pesos) será clave para evitar la próxima crisis cambiaria.

Por Joaquín Waldman, analista de Ecolatina

Esta nota salió publicada en Ámbito el 12/02/2021



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