Empleo e Ingresos

El empleo formal comienza a sentir los primeros fríos



La recesión económica comienza a mostrar sus impactos en el mercado laboral: se perdieron 120 mil puestos de trabajo netos entre diciembre y marzo del 2024. A su interior, los asalariados públicos y privados registraron, en conjunto, una pérdida de casi 165 mil puestos de trabajo (-96 mil y -69 mil, respectivamente). Por su parte, el cuentapropismo sumó alrededor de 40 mil empleos, lo cual modero el impacto sobre el empleo agregado.

El desplome de la actividad económica durante el primer trimestre no se tradujo en una caída sustancial del empleo asalariado del sector privado, excepto en el caso de la construcción. En parte, esto responde a que los costos asociados a los cambios en el personal desincentivan a las empresas a reaccionar rápidamente a los vaivenes económicos, recurriendo en primera instancia a medidas como suspensiones, recorte de horas y/o turnos.

No obstante, la magnitud y la extensión de la recesión es un llamado de atención, especialmente considerando que la construcción, la industria y el comercio concentran alrededor del 45% del empleo registrado del sector privado. En la medida que las ventas no se recuperen y la demanda continúe deprimida, es probable que el clima otoñal en el empleo se vuelva más frio.

Un mercado laboral formal de otoño

Recientemente, se publicó la información referida a marzo del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que muestra la evolución del empleo formal en el paísEn marzo, cayó casi 1% en el nivel de empleo, siendo el empleo registrado (el público cayó 2,7% i.a. y el privado 1,1% i.a.) el principal factor que explicó esta contracción. 

Sin embargo, lo más relevante es analizar la dinámica de los últimos meses para echar luz sobre el impacto de la recesión actual en el trabajo formal. En este sentido, desde el último pico de actividad en agosto pasado, se perdieron casi 83 mil puestos de trabajo formales netos (-0,6%).

De todas formas, si acotamos el análisis a lo que va del año, la caída se hace algo más profunda (-0,9% desde diciembre), implicando una destrucción de más de 120 mil puestos de trabajo. A su interior, los asalariados públicos y privados registraron, en conjunto, una pérdida de casi 165 mil puestos de trabajo (-96 mil y -69 mil, respectivamente). Por su parte, el cuentapropismo registrado -principalmente monotributo-  sumó alrededor de 40 mil empleos, lo cual modero el impacto sobre el total del empleo formal.

El ajuste del sector público no solamente impactó en la planta del Estado, sino también en el sector de la construcción producto de la parálisis de la obra pública (tampoco la obra privada siguió un sendero muy diferente en el recesivo primer trimestre). En este sentido, se perdieron más de 42 mil empleos formales en este sector, representando una caída del 10%. Los otros sectores que más se vieron afectados en el comienzo del año fueron actividades empresariales (-11 mil empleos formales) y la industria (-10 mil), principalmente afectada por el freno en la actividad textil, metalmecánica, entre otras industrias ligadas a la construcción.

Por lo tanto, el desplome de la actividad económica durante el primer trimestre no se tradujo en una caída sustancial del empleo asalariado del sector privado, excepto en el caso de la construcción. En parte, esto responde a que los costos asociados a los cambios en el personal desincentivan a las empresas a reaccionar rápidamente a los vaivenes económicos, recurriendo en primera instancia a medidas como suspensiones, recorte de horas y/o turnos, por ejemplo.

No obstante, la magnitud y la extensión de la recesión es un llamado de atención, especialmente considerando que la construcción, la industria y el comercio concentran alrededor del 45% del empleo registrado del sector privado. En la medida que las ventas no se recuperen y la demanda continúe deprimida, es probable que el otoñal clima en el empleo se vuelva más frio.

¿Llegará a tiempo la recuperación de la actividad?

Excluyendo el aporte del sector primario, los indicadores adelantados de abril y mayo sugieren un pequeño rebote en la economía en el inicio del segundo trimestre. Sin embargo, la recuperación de la actividad será lenta y la pregunta es si será suficiente para sostener el nivel de empleo, o bien las empresas adecuarán sus perspectivas a un contexto macroeconómico que, además de recesivo, todavía resulta difuso.

Por el lado del gobierno, las expectativas están puestas en la aprobación de la Ley Bases que, entre otras cosas, impulsará las inversiones. No obstante, todavía no resulta claro qué tan beneficiosas serían las mismas para la industria nacional, dado que la apertura a importaciones podría desplazar del mercado a proveedores nacionales, perjudicando el nivel de empleo en el sector industrial (aunque lógicamente podría compensarse, al menos parcialmente, con un incremento en otros sectores.). Esta tendencia se refuerza con el énfasis en el superávit fiscal que sostiene el gobierno, que asegura que no habrá una expansión del gasto que pueda dinamizar sectores vinculados a la obra pública y la construcción.

De todos modos, buena parte de la demanda interna dependerá de lo que ocurra con el consumo de las familias En este sentido, la fuerte pérdida del salario real (que incluso subestima el impacto sobre el poder adquisitivo de los aumentos de las tarifas de servicios públicos) de los primeros meses del año se recuperará muy lentamente dado que la dinámica salarial se ha plegado a la tendencia de la inflación -lo que evitará que en el corto plazo se recupere del golpe de comienzos de año-. A esto se le suma el impacto que pueda tener la pérdida de empleo en los hogares, variable que seguramente es más relevante dentro del segmento informal de la economía.

De hecho, diversas encuestas de opinión pública marcan que crece sustancialmente la preocupación por el desempleo. Más allá del impacto efectivo que esto pueda tener sobre el indicador, significa que la recesión y la incertidumbre acerca del futuro que sufrieron las empresas en el primer trimestre se esté moviendo hacia las familias en las últimas semanas. En unos y otros, la imposibilidad de ver con claridad el rumbo económico puede afectar sus decisiones de inversión y consumo, con el riesgo de “boicotear” la incipiente recuperación.



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