Actividad

El PBI creció en términos desestacionalizados, pero aún no recupera lo perdido



En el tercer trimestre de 2020 la actividad mostró una contracción de 10,2% i.a., acumulando una caída de 11,8% i.a. en lo que va del año. Luego del piso de la crisis alcanzado en el segundo trimestre, las menores restricciones productivas permitieron un avance de la actividad de 12,8% en términos desestacionalizados, pero aún se encontró en niveles un 9,2% debajo del último trimestre de 2019.

La demanda interna continuó golpeada. Por un lado, como consecuencia de la pérdida de puestos de trabajo y el deterioro del poder adquisitivo, el consumo privado exhibió una contracción de 14,7% i.a. aunque, tal como ocurrió con el total de la economía, mejoró en términos desestacionalizados (+10,2%) dado que menores restricciones a la circulación otorgaron más posibilidades de consumo, especialmente de servicios.

Por otro lado, algo similar ocurrió con la inversión: cayó 10,3% i.a. pero se recuperó 42,9% en términos desestacionalizados, impulsado por maquinaria nacional y equipo de transporte. Con esta mejora se ubicó en niveles similares a los de 2009, dejando en evidencia que aún queda un importante camino para recuperar en un contexto de fuerte incertidumbre y acumulación de stocks.

Por último, las importaciones se desplomaron 22% i.a. y mostraron una recuperación de 10,9% respecto al trimestre anterior. Además, las exportaciones fueron el único componente que aceleró su caída (-17,0% i.a.) y mostró un retroceso en términos desestacionalizados (-1,4%). Estos resultados reflejan la situación del frente cambiario, donde la elevada brecha actúa como un desincentivo a las ventas al exterior.

Para el cuarto trimestre el rebote perdería fuerza dado que no se habilitarán una nueva gran cantidad de actividades. Así, generaría que la posible mejora en términos desestacionalizados no alcance para recuperar lo perdido por la pandemia.

Por un lado, el consumo no continuaría mostrando importantes signos de recuperación ya que la aceleración inflacionaria le pone un freno adicional a la recomposición del poder adquisitivo en un contexto de magras paritarias. De todas maneras, las expectativas de devaluación podrían incentivar el gasto de determinadas familias como alternativa de reserva de valor, que, de todas maneras, tendría un efecto marginal sobre la recuperación del consumo privado. Además, la brecha cambiaria y el contexto de incertidumbre desincentivará a que la recuperación de la inversión se reafirme e impedirá que las exportaciones comiencen a mostrar signos de mejora.

Con este panorama, esperamos que la actividad en 2020 cierre con una caída similar a la observada en el 2002 y vuelva a niveles similares a los de 2006.

En el año entrante, el arrastre estadístico permitiría que la actividad crezca, por lo que las bajas bases de comparación determinarán la mejora de la economía más que una recuperación genuina. En este marco, el número final en 2021 va a estar estrechamente ligado a cómo evolucione la situación sanitaria y como se resuelvan las presiones cambiarias.



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